No. Nunca me levanto a las 9 de la mañana un domingo, salvo en las ocasiones especiales en que el techo de mi cocina llueve.
Este asunto del agua adentro de las casas es algo que siempre me dio un poco de miedo. Mas que miedo, es una sensación de intranquilidad, de desprotección y de incertidumbre ya que la visión de una pared (por naturaleza seca)con agua saliéndole de adentro es un poco perturbadora. Desconozco los misterios físicos que llevan a que ocurra una cosa así y, peor aún, desconozco los misterios físicos para arreglarlo. Calculo que por eso no soy albañil (o albañila, si fuera oficialista)
Quizás todo sea una secuela psicológica de aquél día hace muchos años cuando recién mudada a una casa enorme y hermosa me desperté a las 6 de la mañana con una catarata que corría por la pared del living mojando todos mis libros y la pinotea del piso. La terraza, justo arriba de mi biblioteca, tenía casi medio metro de agua y encontré a mi hoy ex marido en calzones y bata con un secador de goma y un trapo de piso completamente inofensivos a la grán inundación, tratando de imaginar alguna estrategia para desagotar la laguna por medio de una manguera de medio centímetro de diámetro que usábamos para regar. Milagrosamente lo consiguió mientras yo miraba la escena casi parlizada en mi camisón con gatitos, para ese entonces todos mojados también.
En esta mañana de lluvia, no hago más que mirar y mirar los utensilios de mi cocina con creatividad y hago un gran esfuerzo para imaginar salvar mi inundación con el uso estratégico de un tenedor o un imán de la heladera.
Creo que lo más creativo que se me ocurrió fue juntar el agua de lluvia en cubeteras para luego usarla como hielo para el fernet que me tomaré mientras observe los globos de la pintura en mi pared con total y renovada resignación.
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