A los porteños nos encanta la paranoia. Nos gusta sumarnos a todo tipo de mito urbano y lo alimentamos hasta que se agota y aparece uno nuevo. Parte del peligro siempre es real y la parte que no es, la llevamos a un extremo insoportable.
El otro día fuí a telefónica a buscar un papel que necesitaba. Llego al edificio y veo una cola larguísima. Parecía que vendían entradas para algún recital en vez de ser una oficina comercial. Había dos colas, obvio, y la gente se paraba indistintamente en una o en otra pero yo me acerqué a preguntarle a un señor de seguridad de la puerta en cuál debía pararme y cuando me acerqué se subió su barbijo y estiró su mano para que no me acercara más como si yo fuera una leprosa. Con el dedo me indicó la fila de la izquierda. Ahí esperé hasta que llegó mi turno de pasar adentro del edificio, que estaba semi vacío. Ahí me acompañaron (siempre manteniendo distancia) hasta un hall en donde tuve que esperar parada como diez minutos mas. Al rato vino a llamarme por número una petisa de unos veintipocos con el pelo medio roñoso y me hizo pasar a una oficina que... digamos la verdad, estaba llena de gente.
La tipa me indica que me siente, yo agarro la silla y me siento y en el mismo momento en que termino de dejar caer mi importante posadera en el asiento ella casi gritando con horror me dice "detrás de la línea amarilla".
Resulta que como a un metro del escritorio de esta criatura había una cinta amarilla en el piso cuya función calculo yo sería poner límite al contagio. En fin, corrí la silla con cara de dejáte-de-joder y me volví a sentar. En su escritorio (como en todos) había alcohol en gel, toallas antisépticas y un tubo de Lisoform. Los miré con recelo porque parecían elementos de tortura, en cualquier momento esta yegua me iba a atacar con el aerosol!
La conversación con la mina fue a los gritos porque estábamos sentadas tan lejos que no nos escuchábamos y así estaban todos en esa oficinita que debía ser un griterío insoportable de la mañana a la noche, pero todo sea por la profilaxis.
Finalmente la chica me dice que espere, que va a hacer autorizar mi trámite entonces da la vuelta y pasa por al lado mío casi rozándome, camina entre la gente que esperaba y vuelve con un papel en la mano. Vuelve a sentarse en su desinfectado escritorio y manosea el papel un poco más, lo firma y lo pone en la punta del escritorio como para que yo me acerque a agarrarlo con la punta de mis infectados dedos.
"Disculpame, lo inmunizaste?"
"perdón?"
"Claro, el papel. Digo, porque me haces sentar a un metro y medio y de pedo no te viniste adentro de un forro gigante... pero despues pasaste por el medio de toda esa gente llena de bufandas que viene por la calle y me manoseaste todo el papel sin limpiarte las manos con alcohol en gel, y ya sabemos que el agua no la tocas ni a ganchos por la grela que te corre por el pelo. Te pregunto, el papel lo imprimiste con tinta termo inmunizada? Por lo de la gripe viste?"
Cuando agarré el papel y me di vuelta la minita todavía seguía con la boca abierta mientras estiraba la mano buscando el Lisoform para contrarrestar mi ataque bacteriológico.
jajajaja muy bueno verdeeeee, Ate
ResponderEliminarExcelente!!! con que ganas diría algo así.
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