Fui a verte pero cuando me abriste la puerta no estabas, vagaste por tu casa ofreciéndome algo de tomar y con cierto apuro te asomaste a la habitación y corroboraste que tu libro no se había movido de su lugar.
Te abracé y era como abrazar el aire. Te miré y era como ver la nada. No estabas.
Empecé a buscarte. Te busqué en el piano y no estabas, te busqué cerca de los discos y nada, te busqué al lado de la guitarra y tampoco estabas ahí. Hasta que entré a tu cuarto y ahí te vi, adentro de aquél libro. Sólo se veía una sombra, como en un espejo.
Pensé que al tocarte te ibas a romper como el cristal. Pensé que me ibas a dar frío.
Sin embargo cuando me acerqué estiraste un poco los dedos y me tocaste la mano como invitándome a sentarme a tu lado. Me senté y tu mano se estiró más y me tocó la cara.
Me recosté a tu lado, tu cuerpo era cálido y me invitaba a dormir en tu pecho. Me abrazaste acariciándome el pelo y me acurruqué a tu alrededor cerrando los ojos para encontrarme nuevamente en la puerta de tu casa.
Me abriste la puerta, me diste un beso suave y un abrazo cálido y me invitaste a pasar y a sentarme entre todos los invitados.
Alguna vez pensé que Dostoievski sería irreemplazable en el merecido 'trono mayor' de mis escritores favoritos. Hasta que un día apareció Murakami.
ResponderEliminarPrimero fue After Dark, y pensé, casi ofendido; que vaya a pelear el trono al reino de alguna pendeja conflictuada. Pero después vino Kafka en la Orilla y ya no hubo vuelta atrás. Le siguió Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo, y ahí sí, nada fue lo mismo.
By the way, pese a lo osado de la referencia titular, es muy digno lo tuyo.
besos gorda!
Esto es para Tokio Blues
ResponderEliminarClaramente.
ResponderEliminarY como te dije, invertí los títulos. No leí After Dark. El primero que leí fue Tokio Blues.
No podría puntualizar las mejoras que le hiciste, pero se siente más compacto, y un poco más preciso.
Salud.