Qué tremenda impotencia no poder salvarte la vida.
Qué tremenda impotencia no poder salvar la mía.
El horror de vernos caer en un pozo oscuro de cenizas y de olvido, de restos de recuerdos y de paredes heridas para luego quedar ahí, inmóviles, encimados, entrelazados en una honda pena invadida de rechazo y necesidad, de soledad y agobio, de desconfianza y tristeza, en donde el amor se transforma en el oscuro barro en que nos hundimos por no haber sabido jamás mirarnos a la cara.
Que cobardes somos... sólo debíamos mirarnos a los ojos...
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