lunes, 31 de mayo de 2010

Amores perros

El amor canino es de una clase especial, casi diría PREFERENCIAL.

Aquellos que lo hemos experimentado sabemos de qué hablamos. Nos dan un trabajo enorme, son como niños que demandan atención y cuidados, pero a cambio nos dan amor incondicional, siempre nos perdonan absolutamente todo, y siempre están contentos de vernos.

Los perros que nos han amado siempre quedan en nuestra memoria, son como nuestros hijos, son parte de nuestras familias, sin embargo he descubierto recientemente que no siempre el enamoramiento es mutuo.

Luego de separarme, mi perra Samba finalmente se quedó con mi ex. Fue una mala decisión en el momento, pero a la larga creo que fue lo mejor para ella. Para mi fue como si mi perra adorada se hubiera muerto antes de tiempo. Ella y yo nos enamoramos una tarde de invierno. Yo siempre digo que ella me eligió a mi cuando me vio pasar frente a la vidriera que la exponía para la venta. Todavía recuerdo cómo me miró cuando la levanté siendo ella un irresistible pompón amarillo y me dejó absolutamente idiotizada. Luego de eso no hubo más opción que adoptarla. Pasaron ocho años de amor hasta que tuve que dejarla ir.

Los primeros meses luego de separarme de ella fueron tremendos y al principio hubo una especie de tenencia compartida muy fracasada. Pasado ese momento me mudé a un departamento sola en Palermo.
En un momento de mi convivencia conmigo misma decidí que debía comprarme un perro porque no podía soportar la falta de recibimiento cada vez que llegaba a casa y la falta de compañía compinche que te da un perro. Necesitaba amor canino. Por otro lado, consideré que tener la obligación de ocuparme de un ser vivo que no fuera yo iba a ser una buena manera de salir adelante.

Así fue que averigüé un poco y terminé encontrando a Rodolfo, un boxer atigrado, medio gordito y muy gracioso que me miró con cara de querer venir conmigo. Rodolfo era un bombón y dormía arriba mío porque medía veinte centímetros y me hacia mimitos y era un caramelo. Poco a poco fue creciendo y convirtiéndose en un pequeño demonio... Nadie me avisó que los boxers tienen TANNNTA energía. Al poco tiempo mi casa estaba destrozada y yo, destrozada de los nervios. Pobre Rodolfo, terminó viviendo en la casa de mi vieja, donde tiene un parque gigante para correr todo el día, y ahora cuando nos vemos nos mimamos un poco y después cada cual a su historia. Obvio que nos queremos, pero no es el amor que tuve con Samba. Ella no solo me quería sino que tenía mi onda. Se comunicaba conmigo, había diálogo. Rodolfo no me hablaba mucho.


Ayer salí a comprar el diario a la mañana y cuando cruce la calle se me vino encima un perrito negro, como de unos seis meses. Me saltaba y me hacía morisquetas jugando. Pregunté a unos chicos si era de ellos y dijeron que no. El perrito me siguió para todos lados, incluso mientras yo buscaba a su dueño, pero en un momento me miró directo a los ojos y me dijo "Llevame con vos, porque no tengo casa y la calle me da miedo y además quiero que vos seas mi mamá"

Ahí fue que nos enamoramos profundamente y entonces lo llevé a mi casa y lo bañé y le di de comer. No se que nombre ponerle. Se que tiene uno, pero no me lo dijo todavía. A veces le digo Panchito y otras Chulo... Y no se cuánto va a durar este amor, pero lo que si es verdad es que tenemos la misma onda.


Nada como el amor canino.

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